martes, 4 de junio de 2013

De pobres a indefensos...

Nos encontramos en momentos deplorables en la historia de la humanidad. Tal vez muchos vean el ambiente político- social de nuestro país y piensen que lo que está sucediendo en estos momentos, difícilmente, puede ser catalogado como histórico. Yo, por mi parte, difiero de esto. No porque seamos un país pequeño, lejos del primer mundo, significa que lo que pasa aquí no es historia. O que los atropellos que viven nuestros compatriotas están fuera del escrutinio de la comunidad internacional.

A pesar de haber tenido cambios significativos en la Constitución en materia de Derechos Humanos, podemos ver cada día cómo éstos están siendo violentados de manera imperdonable. Más ahora, con los acontecimientos que hemos venido presenciando en los últimos meses en Guayaquil. La pregunta que todos debemos hacernos como seres humanos en general, es ¿hasta dónde puede una política estatal, una acción legalmente fundamentada, pasar por encima de los derechos humanos de cada individuo? O en este caso, de un colectivo enorme de personas viviendo en situaciones precarias.

Si bien es cierto los terrenos que han sido desalojados son invasiones, muchos de ellos fueron vendidos de manera ilegal por traficantes de tierras. Muchas familias fueron perjudicadas por estos personajes sin escrúpulos que trataron simplemente de beneficiarse de la ignorancia.

Así mismo, muchas de estas viviendas están ubicadas en zonas de riesgo, pero aún así constituyen el humilde hogar de cientos de familias, ahora afectadas. Y por este motivo no es posible que se desaloje forzosamente a las mismas sin antes tener un buen plan estructurado para su reubicación o indemnización. Porque aún cuando estas casas no son legales, son hogares, son refugios, y el derecho a una vivienda digna, así como el derecho a la movilidad humana, en el caso de personas que migran desde el campo, y a la seguridad social, son consagrados por nuestra Constitución. Y es que la seguridad social no simplemente consiste en la atención médica gratuita y eficaz, sino a la planificación y realización de políticas sociales que acrediten el ejercicio de los derechos humanos por encima de cualquier otra situación legal. “El más alto deber del Estado consiste en respetar y hacer respetar los derechos garantizados en la Constitución” (Artículo 11, numeral 9 de la Constitución Política del Ecuador). Por mucho que quiera hacerse un bien a estas familias, se las está dejando en la indefensión.


Nos encontramos ante la cuestión de si los actos cometidos son legales o son justos. Sí, son legales desde un punto de vista estrictamente jurídico. El gobierno está en todo su derecho a desalojar estos terrenos, sea como sea, porque son invasiones. No hay títulos de propiedad, no hay pago de impuestos, no hay servicios básicos, no hay seguridad. Pero, ¿es justo llegar a una casa de una anciana o de una familia con cinco hijos pequeños, con militares, con armas y destrozar lo poco que han podido construir en el tiempo que llevan viviendo ahí? No, no es justo desintegrar, en menos de una hora, la vivienda, el hogar de cualquier familia. Son algunos los derechos que están violando por restituir estos derechos a su dueño original, o sea cual sea el fin de los mismos.

La Organización de las Naciones Unidas, ha sido clara muchas veces en cuanto a este mismo tema. La Oficina del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos, expide una resolución en el 2004 expresando su desacuerdo con los desalojos forzosos. En la misma indica que “Reafirmando que cada mujer, hombre y niño tienen derecho a un lugar seguro para vivir en paz y con dignidad, derecho que incluye el de no ser desalojados en forma ilegal, arbitraria o discriminatoria de su vivienda, tierra o comunidad (…) Tomando conocimiento con interés de la jurisprudencia reciente del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos con respecto a la prohibición de los desalojos forzosos(…) 1. Reafirma que la práctica del desalojo forzoso que es contraria a las leyes que se conforman a las normas internacionales de derechos humanos constituye una violación grave de un amplio conjunto de derechos humanos, en particular el derecho a una vivienda adecuada; 2. Insta firmemente a los gobiernos a que tomen medidas INMEDIATAS, a todos los niveles, para eliminar la práctica de los desalojos forzosos mediante, entre otras cosas, la revocación de los planes existentes que entrañen desalojos forzosos y de toda legislación que los permita, y la aprobación y aplicación de legislación que garantice el derecho de seguridad de la tenencia de la vivienda a todos los residentes; 3. Insta firmemente también a los gobiernos a que protejan a todas las personas que estén amenazadas de desalojo forzoso y a que adopten todas las medidas necesarias para proporcionarles una protección plena contra el desalojo forzoso, sobre la base de la participación de las personas o los grupos afectados y de consultas y negociaciones efectivas con ellos

Podemos ver que la ONU, siendo un alto organismo en defensa de los derechos humanos, está en contra de la utilización de desalojos forzosos en cualquier tipo de contexto. Y así mismo, en el Art. 4 de la resolución antes mencionada indica “4. Recomienda a todos los gobiernos que procedan de inmediato a la restitución de los terrenos o viviendas, la indemnización por ellos o su sustitución por otros adecuados y suficientes a las personas y comunidades que hayan sido desalojadas por la fuerza, tan pronto se celebren negociaciones mutuamente satisfactorias con las personas o los grupos afectados, de conformidad con sus deseos, derechos y necesidades, y se reconozca la obligación de garantizar dicha prestación en caso de desalojo forzoso”.

En el contexto que nos ocupa, no podemos decir que estas acciones fueron pasivas, aún cuando hayan sido notificadas con tiempo, dado a que se utilizó a miles de militares armados para conseguir los desalojos, la destrucción de las viviendas, el desplazamiento a la fuerza de las familias. Cuando te sacan de un lugar del cual no quieres salir, por cualquier motivo que exista, es un desalojo a la fuerza. Peor aún si nos encontramos con grupos de atención prioritaria o grupos vulnerables, como los llama la Constitución, esto es niños, mujeres y ancianos. Cuatrocientas familias hasta ahora, faltando todavía más de la mitad por desalojar.


Lo más preocupante es una sociedad anestesiada que avala estas acciones sin darse cuenta que las personas, las familias, los niños, ancianos, etc., están siendo violentados de una manera que debería ser reprochada. Deberíamos sentirnos indignados por los atropellos cometidos, como si se estuvieran cometiendo con nosotros mismos. Más allá de las condiciones legales, de la inseguridad que hay en estos barrios, o de la falta de educación que se presenta en los mismos, la vida de estas personas se está poniendo en peligro. Se les está quitando el refugio, la vivienda. Se hace caso omiso a los tratados internacionales y de derechos humanos, y se los extirpa de su ambiente, simplemente para dejarlos a la intemperie de una sociedad que los ha olvidado.