Cada vez que has hecho algún tipo
de trabajo psicológico en ti mismo; que has logrado, de cierta manera, arreglar
un poco tus problemas; cuando has hecho cambios y estás feliz y estable…
Siempre… Llega una persona que te descoloca totalmente y te hace sentir que
todo lo que trabajaste, se fue a la mierda… Es ley.
Después de 3 años de trabajo
intenso, de terapia continua, de afirmaciones positivas, de buscar hobbies que
me ocupen la mente para no pensar huevadas, he llegado a un punto en que no sé
qué hacer. Y estoy segura que muchos, hombres y mujeres, se sentirán
identificados conmigo. Porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos
tenido un vicio, del cual no podemos huir, por más que queramos. Todos hemos
tenido ESO que, si no estuviera, nuestra vida sería mejor. Pero, así también,
si no estuviera, nuestra vida sería un poquito menos feliz.
Y pueden aplicar este post a
cualquier cosa si quieren. Yo lo relacionaré al cigarrillo y a cierta persona
que me tiene con pesadillas que hacen que me levante a las 4 de la mañana (como
hoy).
Esto ya se los he contado antes,
siempre he sido, en los últimos 3 años, de dejar relaciones que no me llenan,
sin más ni más… ¿Por qué ahora es diferente? Llevo más de dos meses sin fumar,
pero lo extraño. Extraño pegarme un tabaco en la mañana con un café. Extraño
calmarme con el inhalar y exhalar. Aunque lo he reemplazado con un vape (que es
casi lo mismo, pero menos dañino, dicen algunos), no es lo mismo. Y lo mismo me
pasa con este personaje, al que vamos a llamar Eduardo.
Igual que el cigarrillo, Eduardo,
no puede desaparecer de mi entorno. Por diversas razones que no vienen al caso.
Hace un par de semanas decidí terminar la relación porque siento que no se me
está dando lo que me merezco. Habiendo trabajado tanto tiempo en mi autoestima,
sé exactamente lo que me merezco. Y no hablo de cosas materiales, sino de
atención. Además de saber que soy una mujer extremadamente demandante.
Ahora, cuál es the tricky part:
que Eduardo no es que no me ama, no es que es una mala persona, no es un
abusivo machista, no tiene vicios… Es cariñoso, atento, detallista… Un hombre
muy inteligente y divertido… En serio no saben lo locamente enamorada que estoy
y me odio a mi misma por eso… ¿Por qué? Porque cuando comenzamos a salir él fue
muy sincero conmigo, me contó todos los issues que tenía: problemas de
comunicación, problemas con su matrimonio anterior, problemas para organizarse
porque su trabajo es muy demandante y con horarios locazos. Y yo, como soy bien
hasta las huevas, pensé que no iba a ser taaaaaaan malo. Pero lo fue. Y yo, que
tengo serios problemas de ansiedad, típicos de mi condición, no pude más
aguantar las circunstancias.
Creo que, en este punto de
nuestras vidas, boomers, millennials, genZ, hemos escuchado o visto algún video
de Camilo y Eva Luna, no? Pues uno de los pocos que he visto (porque realmente
me dan cringe) era uno en el que Camilo comentaba de las distintas maneras de
amar. Todos tenemos distintas maneras de amar, y no sé si aquí viene mi error
constante, al comenzar una relación.
Yo tengo esta idea de que el amor
es algo que te hace volverte loco, que te hace cruzar ciudades por ver a esa
persona, que te hace querer verla todo el día, todos los días. Que no te deja
despegarte de él/ella. Que te hace querer dar todo. (Irónicamente he dado todo,
menos mi paciencia y mis ganas de trabajar en mi comunicación asertiva). Y no
sé si esta idea es algo común, o yo estoy viviendo, aún, en una idea
adolescente del amor.
Ahora, Eduardo, es una persona
completamente introvertida y, obviamente, yo soy todo lo contrario. Nunca había
estado con una persona que no fuera extrovertida, igual que yo. Así que tampoco
sé cómo trabajar dentro de esta relación. Me ofusca mucho que no pueda
comunicar sus sentimientos, cuando yo soy un desborde de sentimientos cada vez
y cuando. Me frustra lo diferentes que somos. Y, obviamente, me doy cuenta que,
en este pequeño particular, la que tiene la culpa soy yo. Ok, no digamos que
tengo la culpa (aunque sí), pero siento que tal vez me estoy olvidando que él
NO es yo, no tiene por qué ser como yo, no tiene por qué lidiar con los
problemas de la misma manera que yo. Él no es yo, es otro. Y sé que esto ya lo
dije en otro post, porque un amigo me lo repite siempre. Así que ¿de qué
hablamos? ¿Cómo balanceamos esta necesidad de que nos quieran como nosotros
queremos y aceptamos que la otra persona quiere distinto?
No tengo una fórmula mágica, no
tengo una respuesta aún a esto (sino no me hubiera levantado hoy en la
madrugada sólo para no tener más pesadillas). Si alguien tiene la fórmula para
una relación armoniosa, es bienvenido a comentar…
Y, como dije en algún momento,
por acá mismo, estoy convencida de que, Diosita, no tiene una varita mágica con
la que te concede paciencia, sino que te da situaciones en donde tienes que ser
paciente. Pero esta vez, Jebusito, te pasaste.
Ahora bien, ¿hasta qué punto es
tener paciencia, y dónde ponemos la raya de “aguantar”? ¿Cómo no permitimos que
estas relaciones se vuelvan tóxicas? Un ir y venir constante… Pues no lo sé
aún. Voy a aplicar la gran Ted Mosby y voy a hacer una lista de pros y cons, en
un yellow pad. A ver si ayuda porque, lastimosamente, mis sesiones con Susana,
por ahora, están destinadas a trabajar otras prioridades. Les contaré cómo me
va…
Muero por un tabaco y muero
también por Eduardo… Y me alejo porque los dos, de cierta manera, me causan
daño/estrés… Pero definitivamente mi vida es un poquito más triste sin ellos…
Nota: Disculparán mi ausencia. No
sé si todos saben, pero me dio el bicho y estuve en cuarentena 3 semanas sin
querer hacer nada. Me dediqué a pintar y dormir. Pero aquí estoy de vuelta,
compartiéndoles mis problemas existenciales, like always.
No hay comentarios:
Publicar un comentario