miércoles, 19 de mayo de 2021

El peso de los 30 y pico

Millennials del mundo ¡Escuchadme!

 

Creo que lo que escribiré en este post hará que muchos se sientan identificados. Y lo escribo como un modo de catarsis, manifestar, dejar ir y que el Universo haga su magia. Hoy me sentí tan triste por tantas cosas, que hice lo que NADIE haría, cancelé todo lo que tenía para hoy,  me arreglé, me maquillé, me vestí con un vestido lindo y me fui a mi spot favorito: el suirancofi del village, a tomarme un café conmigo misma y comerme un mini caramel brownie. Y mientras me fumaba un par de tabacos, escribía en mi agenda. A veces es importante mandar todo a la mierda y darnos espacios para nosotros mismos. ¡ES VITAL!

Crecimos con una religión única, creencias únicas, maneras de ver la vida y el amor, únicos. Ejemplos un poco disfuncionales de cómo se debía vivir la vida en general. Ahora que estamos en una “mediana edad”, por decirlo de algún modo, nos hemos dado cuenta que hay muchísimo más allá de las creencias de nuestros padres y familias.

Las nuevas generaciones la tienen mucho más clara: haz lo que puta te haga feliz, sin importar lo que diga el resto del mundo. A nosotros, en cambio, se nos ha hecho mucho más difícil deshacernos de los parámetros que se nos fueron impuestos.

Crecimos viendo relaciones disfuncionales, modelos super empalagosos de amor. Matrimonios “para toda la vida” (sin importar si fueran felices o no). Amores a primera vista, grand gestures de película, etc., etc. Y cuando nos dimos cuenta que estas cosas no pasan en la vida real (las cosas lindas y románticas), muchos como yo, nos volvimos cínicos y hasta apáticos.

Siempre he dicho que soy más como un gato. No me gusta la melosería, ni que invadan mi espacio. Odio que me presionen o que me controlen. Pero, así como un gato, me acerco cuando quiero que me acaricien y me den mimos. Luego, que me dejen ser…

Obviamente antes no era así. Imposible que una “mujercita” fuera así. Ellas siempre deben estar dispuestas, con una sonrisa, ser cariñosas, delicadas. No hurañas, ni fuertes, ni tener su propia voz. Lamentablemente yo nunca fui así, como “debía ser”, y eso le dio muchos dolores de cabeza a mis viejos.

No fue sino después de mucha terapia que pude aceptarme a mí misma, fuera de los estándares de mis padres y la sociedad. Mucho me costó llegar a este punto de mi vida en que estoy completamente satisfecha con lo que tengo en mi vida. Menos con una sola cosa…

Los hombres…

Antes no podía estar sola. Ahora estoy convencida de que puedo y quiero. Lo prefiero. Las relaciones de hoy en día me parecen muy complicadas. Y es, más que nada, porque hemos perdido el concepto de responsabilidad afectiva, which I hate! Pero ese no es el punto de este post.

Todos tenemos problemas, todos tenemos vidas, responsabilidades, ya tenemos 30 y pico. La mayoría de nosotros estamos más allá, que acá. Y los que estamos solteros, con unas pocas excepciones, nos sentimos de la misma forma:

No puedo complicarme más la vida con una relación pero, al mismo tiempo, tengo la necesidad, humana, natural, de afecto. No de sexo. Sexo lo puedes tener con cualquiera. Doblas la esquina y encuentras sexo. Hablo de afecto, cariño, intimidad, tener a alguien que te bese y te abrace cuando lo necesites. Como cuando el gato, muy rara vez, se acerca a su humano y se abre de patas para que le sobe la panza. O le permite rascarle la cabeza. Y para eso, sí, no encuentras a nadie así no más. Porque eso implica una relación.

Creo que muchos ya pasamos (o dejamos pasar) el tren de formar una familia y todas esas shits tradicionales. Lo que queremos es, simplemente, un@ compañer@ de aventuras. Alguien para ver películas un domingo. Alguien con quién pedir pizza, tomar una cerveza. Alguien que te escuche, que solo te abrace y te deje llorar como una magdalena cuando sientes que el mundo se te viene encima. Porque se te viene encima, a ratos, es inevitable. Alguien con quien compartir una increíble química sexual y luego poder quedarse acostados, panza arriba, conversando de huevadas o, inclusive, de temas serios como filosofía o política. En fin, intimidad.

El problema es que nuestra generación le tiene miedo a eso, porque implica compromiso. Y la palabra compromiso la tenemos incrustada en el orto como sinónimo de casorio, casamiento, matrimonio, hijos, etc. Y no puede ser más falso.

Y creo que, el problema de esto, es que no somos claros con lo que queremos. Por ejemplo yo: no quiero volver a casarme, no quiero más hijos; la única manera de que vuelva a vivir con un hombre, sería solo por la posibilidad de tener sexo “a la carta”. No quiero endeudarme en conjunto, no quiero tampoco que nadie me mantenga. Así mismo, no quiero que me controlen. Quiero alguien que me acompañe y que me acolite. Que me escuche y que chismee conmigo, que me aconseje solamente si se lo pido. Porque ténganlo claro, yo no necesito un hombre. Yo quiero uno. Como dice Cher: “los hombres no son una necesidad”, podemos vivir sin pareja perfectamente.

Pero, a la vez, en ciertas ocasiones, necesitamos que alguien nos acompañe en este viaje tan de a verga e intenso, llamado vida.

Y si estoy escribiendo todas mis expectativas es con la única razón de manifestarlo concretamente. Me lo merezco.

Luego de todo lo que he vivido, estoy segura de que me lo merezco. Después de todo lo que he sufrido, Universo, CRÉEME que me lo merezco.

Es por eso que he venido a mi spot favorito, en mis mejores fachas, a manifestar concretamente lo que me merezco: Un hombre que quiera lo mismo que yo, sin huevadas, sin juegos, sin complicaciones. Que sume y que no reste. Trabajador y responsable. Emocionalmente estable. Que me quiera como soy y que me deje ser.

 

Y ahora lo dejo ir…

Que el Universo se encargue del resto.

 

Ustedes hagan lo mismo si les sirve, o no, o whatever.

Les contaré qué pasó…


No hay comentarios:

Publicar un comentario