Millennials del mundo
¡Escuchadme!
Creo que lo que escribiré en este
post hará que muchos se sientan identificados. Y lo escribo como un modo de
catarsis, manifestar, dejar ir y que el Universo haga su magia. Hoy me sentí
tan triste por tantas cosas, que hice lo que NADIE haría, cancelé todo lo que
tenía para hoy, me arreglé, me maquillé,
me vestí con un vestido lindo y me fui a mi spot favorito: el suirancofi del
village, a tomarme un café conmigo misma y comerme un mini caramel brownie. Y
mientras me fumaba un par de tabacos, escribía en mi agenda. A veces es
importante mandar todo a la mierda y darnos espacios para nosotros mismos. ¡ES
VITAL!
Crecimos con una religión única,
creencias únicas, maneras de ver la vida y el amor, únicos. Ejemplos un poco
disfuncionales de cómo se debía vivir la vida en general. Ahora que estamos en
una “mediana edad”, por decirlo de algún modo, nos hemos dado cuenta que hay
muchísimo más allá de las creencias de nuestros padres y familias.
Las nuevas generaciones la tienen
mucho más clara: haz lo que puta te haga feliz, sin importar lo que diga el
resto del mundo. A nosotros, en cambio, se nos ha hecho mucho más difícil
deshacernos de los parámetros que se nos fueron impuestos.
Crecimos viendo relaciones
disfuncionales, modelos super empalagosos de amor. Matrimonios “para toda la
vida” (sin importar si fueran felices o no). Amores a primera vista, grand
gestures de película, etc., etc. Y cuando nos dimos cuenta que estas cosas no
pasan en la vida real (las cosas lindas y románticas), muchos como yo, nos
volvimos cínicos y hasta apáticos.
Siempre he dicho que soy más como
un gato. No me gusta la melosería, ni que invadan mi espacio. Odio que me
presionen o que me controlen. Pero, así como un gato, me acerco cuando quiero
que me acaricien y me den mimos. Luego, que me dejen ser…
Obviamente antes no era así.
Imposible que una “mujercita” fuera así. Ellas siempre deben estar dispuestas,
con una sonrisa, ser cariñosas, delicadas. No hurañas, ni fuertes, ni tener su
propia voz. Lamentablemente yo nunca fui así, como “debía ser”, y eso le dio
muchos dolores de cabeza a mis viejos.
No fue sino después de mucha
terapia que pude aceptarme a mí misma, fuera de los estándares de mis padres y
la sociedad. Mucho me costó llegar a este punto de mi vida en que estoy
completamente satisfecha con lo que tengo en mi vida. Menos con una sola cosa…
Los hombres…
Antes no podía estar sola. Ahora
estoy convencida de que puedo y quiero. Lo prefiero. Las relaciones de hoy en
día me parecen muy complicadas. Y es, más que nada, porque hemos perdido el
concepto de responsabilidad afectiva, which I hate! Pero ese no es el punto de
este post.
Todos tenemos problemas, todos
tenemos vidas, responsabilidades, ya tenemos 30 y pico. La mayoría de nosotros
estamos más allá, que acá. Y los que estamos solteros, con unas pocas
excepciones, nos sentimos de la misma forma:
No puedo complicarme más la vida
con una relación pero, al mismo tiempo, tengo la necesidad, humana, natural, de
afecto. No de sexo. Sexo lo puedes tener con cualquiera. Doblas la esquina y
encuentras sexo. Hablo de afecto, cariño, intimidad, tener a alguien que te
bese y te abrace cuando lo necesites. Como cuando el gato, muy rara vez, se
acerca a su humano y se abre de patas para que le sobe la panza. O le permite
rascarle la cabeza. Y para eso, sí, no encuentras a nadie así no más. Porque
eso implica una relación.
Creo que muchos ya pasamos (o
dejamos pasar) el tren de formar una familia y todas esas shits tradicionales.
Lo que queremos es, simplemente, un@ compañer@ de aventuras. Alguien para ver
películas un domingo. Alguien con quién pedir pizza, tomar una cerveza. Alguien
que te escuche, que solo te abrace y te deje llorar como una magdalena cuando
sientes que el mundo se te viene encima. Porque se te viene encima, a ratos, es
inevitable. Alguien con quien compartir una increíble química sexual y luego
poder quedarse acostados, panza arriba, conversando de huevadas o, inclusive,
de temas serios como filosofía o política. En fin, intimidad.
El problema es que nuestra
generación le tiene miedo a eso, porque implica compromiso. Y la palabra compromiso
la tenemos incrustada en el orto como sinónimo de casorio, casamiento,
matrimonio, hijos, etc. Y no puede ser más falso.
Y creo que, el problema de esto,
es que no somos claros con lo que queremos. Por ejemplo yo: no quiero volver a
casarme, no quiero más hijos; la única manera de que vuelva a vivir con un
hombre, sería solo por la posibilidad de tener sexo “a la carta”. No quiero
endeudarme en conjunto, no quiero tampoco que nadie me mantenga. Así mismo, no
quiero que me controlen. Quiero alguien que me acompañe y que me acolite. Que
me escuche y que chismee conmigo, que me aconseje solamente si se lo pido.
Porque ténganlo claro, yo no necesito un hombre. Yo quiero uno. Como dice Cher:
“los hombres no son una necesidad”, podemos vivir sin pareja perfectamente.
Pero, a la vez, en ciertas
ocasiones, necesitamos que alguien nos acompañe en este viaje tan de a verga e
intenso, llamado vida.
Y si estoy escribiendo todas mis
expectativas es con la única razón de manifestarlo concretamente. Me lo merezco.
Luego de todo lo que he vivido,
estoy segura de que me lo merezco. Después de todo lo que he sufrido, Universo,
CRÉEME que me lo merezco.
Es por eso que he venido a mi
spot favorito, en mis mejores fachas, a manifestar concretamente lo que me
merezco: Un hombre que quiera lo mismo que yo, sin huevadas, sin juegos, sin
complicaciones. Que sume y que no reste. Trabajador y responsable.
Emocionalmente estable. Que me quiera como soy y que me deje ser.
Y ahora lo dejo ir…
Que el Universo se encargue del
resto.
Ustedes hagan lo mismo si les
sirve, o no, o whatever.
Les contaré qué pasó…
No hay comentarios:
Publicar un comentario