En algún post les hablé del concepto de la monogamia. No quise ahondar en el tema, en ese momento, porque estaba relacionado, pero era algo muy extenso y muy a parte del tema central. Hoy sí vamos a meternos al meollo del asunto. Como les encanta el relajillo y la polémica, vamos a hablar de este constructo social llamado: monogamia.
Científicamente, el ser humano,
no está hecho para ser monógamo. Esta idea de la pareja “para el resto de la
vida” es una regla que nos metieron siglos atrás en la sociedad, cuando
predominaba la religión católica y el temor a Dios. Espero que nadie se ofenda
con este post y aquí voy a hacer un disclaimer. Yo soy católica, no
practicante. Siempre he dicho que creo en Dios, pero no en la Iglesia. Creo en este
concepto de un Dios lleno de amor, que no castiga y que lo puede todo. Creo en amar
a tu prójimo como a ti mismo. Creo en todos estos conceptos que, sí te hacen
mejor persona. Pero no creo que, la monogamia, sea uno de esos conceptos.
Tener una sola pareja durante
toda tu vida es algo que nos impusieron como regla social. Pero, ¿se han puesto
a pensar qué pasa si nunca encuentran a esa pareja con quien quieren pasar toda
su vida? Una vida solo, también es válido. Pero TAMBIÉN es mal visto a los ojos
de la sociedad. Es por esto que yo, personalmente, pienso que la monogamia es
una ELECCIÓN, NO una regla.
Y es aquí que comienza a
aparecer el concepto de “AMOR LIBRE” y donde, todo lo que hemos aprendido
durante generaciones, nos juegan en contra. Seguro piensan que el amor libre es
acostarte con uno y con otro, o tener una relación abierta (que viene siendo lo
mismo). Y, en ciertos casos, es así. Pero este tema del amor en libertad no es
más que un régimen de consentimiento en el que, las dos partes, firman un
acuerdo hipotético que los beneficie a los dos. Un acuerdo que no puede
funcionar sin comunicación, ni respeto. (No como esas parejas en el que solo uno está enterado de que están en una relación abierta, ¡puercos!).
Durante siglos nos han enseñado
que nuestra pareja es nuestra y de nadie más. Nuestra propiedad. Nos debe
respeto y lealtad solo a nosotros. Y así creamos una cárcel imaginaria en
nuestras relaciones. No puedes hablar, no puedes salir, no puedes almorzar, con
nadie que no sea yo. Nos olvidamos que, cada uno de nosotros, somos libres para
vivir nuestras vidas como queramos, siempre y cuando no dañemos a otros.
Si escribo todo esto, es porque
durante años, me he cuestionado este concepto de estar “atado” a una sola
persona. He tenido relaciones donde se me ha prohibido cosas, donde se me ha
dicho qué debo hacer, cómo debo hablar, qué debo escribir. Y nunca, hasta
ahora, había estado en una relación donde me sintiera realmente libre de ser
yo. Pero, como nunca nada es perfecto, hay detalles que siguen haciéndome
cuestionar hasta dónde ha evolucionado mi pensamiento durante estos 34 años. A
veces me sorprendo, pero a veces también, me decepciono. Esto de crecer es un
aprendizaje constante y me doy cuenta que tengo, aún, ciertos prejuicios que no
me permiten disfrutar realmente de un amor libre.
Y exactamente sobre eso se trata
este pequeño post. Amor libre no es, solamente, tener múltiples parejas
sexuales. Se trata de tener una relación en la que los involucrados se sientan
totalmente seguros del otro, de poder ser exactamente como son. Que se sientan
apoyados, queridos, amados y plenos, en todos los aspectos, sin importar
factores externos a ellos. Y que se honren los términos que ellos mismos han
elegido, sin miramientos al qué dirán. Ser y dejar ser.
Hace un par de años encontré un
párrafo de Javier Salvago, que decía. “Amar a las personas, como se quiere a un
gato: con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar
cambiarlo, dejando que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad…”
ESO exactamente es el amor libre. Entender que una pareja no está pegado a ti
24/7. Que no te debe contestar todo el día. Que no es necesario que se cuenten
absolutamente todo. Tenemos esta idea de que las relaciones perfectas son esas
en donde se comparten hasta el cepillo de dientes, como Marshall y Lily en
HIMYM. Idealizamos estos matrimonios en donde los esposos se aman hasta la
eternidad, sin ninguna pelea. Y no podríamos estar más alejados de la realidad. TAMPOCO DIGO QUE ESTO ESTÁ MAL, pero debemos entender que esas son excepciones, NO reglas. Los matrimonios son difíciles, requieren trabajo duro, en equipo, levantarte todos los días convencido de que quieres seguir ahí. Hemos idealizado por completo el "felices para siempre" y por eso no entendemos al otro que ama de una forma diferente. Creemos que "está mal".
Estos conceptos aprendidos
durante mi vida, me han hecho alejarme de muchas personas. De unas estuvo bien,
porque me encerraron en cárceles donde no podía ser yo misma. De otras, me
arrepiento, porque la que creó la cárcel, por inseguridad o miedo al qué dirán,
fui yo. Y ahora que estoy “más grande” (mentalmente, no corporalmente), me doy
cuenta algo que había estado ignorando. Una señal divina, que no había querido
ver o, simplemente, no me había dado cuenta que, la vida/el universo/o Diosita,
me estaban abofeteando una y otra vez para que me diera cuenta. Siempre he
tenido una certeza, y es que a mi me falta paciencia. Y creo firmemente que,
cuando tú le pides a Dios que te de paciencia, no es que te la manda
mágicamente como Harry Potter, al batir una varita. No, Dios te manda
situaciones en las que debes ser paciente, para que trabajes en esa virtud.
También he sido muy prejuiciosa. Y gracias a esos prejuicios, me he alejado de
ser feliz y conseguir mis metas.
No sé si son los años, la terapia
o la medicación, que hacen que mis ideas cada vez se aclaren más. O son los
videos de tik tok que te muestran cosas como: “cuando por fin estás en una
relación sana, luego de haber estado solo con tóxicos” (los amo). Pero cada vez
me voy dando más cuenta de cómo debe ser el amor. El verdadero. El que no jode,
no encierra, no controla, no condiciona. El amor que simplemente te deja ser y
fluye. A pesar de los obstáculos, los conceptos pre aprendidos, las cosas se
van poniendo en el lugar donde deben estar. Poco a poco.
Y este, “poco a poco”, es lo que
me ha jodido los ovarios, porque me ha tocado lidiar con mi obsesión de
controlarlo todo, de que las cosas se hagan como yo quiero, cuando yo quiero.
Esta ha sido la señal divina, esta ha sido la prueba que me ha mandado Diosita,
para trabajar mis issues. Soy una control freak consagrada y, dejar ser, me
cuesta un mundo. Poco a poco, es un marco temporal que, mi cerebro ansioso, no
computa. Juzga al que no actúa como yo quiero que actúe (en cuanto a mi). Y,
más que nada, se ofende y se entristece, si las cosas no son como yo quiero que sean.
Pero así es la vida, ¿no? Definitivamente culpo a mis padres por criarme en una
burbuja (paro not so paro). Aunque me alegra seguir “abriendo los ojos” poco a
poco.
Amor en libertad, no es más que
una complicidad, en la que dos personas acuerdan amarse, cuidarse y respetarse,
bajo sus propias reglas. Aceptándose el uno al otro, con todo el bagaje que
lleva cada uno. Sin control, sin exigencias, sin prejuicios. Acompañándose y
apoyándose el uno al otro. Tomando en cuenta que, todos tenemos necesidades
diferentes, personalidades diferentes y accediendo a que, no siempre, podremos
cumplir con todas las expectativas del otro. Nadie puede…
No hay comentarios:
Publicar un comentario