martes, 16 de marzo de 2021

AMOR LIBRE

En algún post les hablé del concepto de la monogamia. No quise ahondar en el tema, en ese momento, porque estaba relacionado, pero era algo muy extenso y muy a parte del tema central. Hoy sí vamos a meternos al meollo del asunto. Como les encanta el relajillo y la polémica, vamos a hablar de este constructo social llamado: monogamia.

Científicamente, el ser humano, no está hecho para ser monógamo. Esta idea de la pareja “para el resto de la vida” es una regla que nos metieron siglos atrás en la sociedad, cuando predominaba la religión católica y el temor a Dios. Espero que nadie se ofenda con este post y aquí voy a hacer un disclaimer. Yo soy católica, no practicante. Siempre he dicho que creo en Dios, pero no en la Iglesia. Creo en este concepto de un Dios lleno de amor, que no castiga y que lo puede todo. Creo en amar a tu prójimo como a ti mismo. Creo en todos estos conceptos que, sí te hacen mejor persona. Pero no creo que, la monogamia, sea uno de esos conceptos. 

Tener una sola pareja durante toda tu vida es algo que nos impusieron como regla social. Pero, ¿se han puesto a pensar qué pasa si nunca encuentran a esa pareja con quien quieren pasar toda su vida? Una vida solo, también es válido. Pero TAMBIÉN es mal visto a los ojos de la sociedad. Es por esto que yo, personalmente, pienso que la monogamia es una ELECCIÓN, NO una regla. Don't get me wrong, no digo que la monogamia está mal. Yo soy monógama, más que por convicción, por pereza, porque no podría tener múltiples parejas al mismo tiempo. A lo que voy es que, si eliges la vida de la monogamia, eso no te hace moralmente superior a nadie. Mucho menos te da derecho a juzgar a quien NO vive de la misma manera que tú. En pleno 2021, me parece que es una pobreza mental creer que existe una sola forma universal de amar.

Y es aquí que comienza a aparecer el concepto de “AMOR LIBRE” y donde, todo lo que hemos aprendido durante generaciones, nos juegan en contra. Seguro piensan que el amor libre es acostarte con uno y con otro, o tener una relación abierta (que viene siendo lo mismo). Y, en ciertos casos, es así. Pero este tema del amor en libertad no es más que un régimen de consentimiento en el que, las dos partes, firman un acuerdo hipotético que los beneficie a los dos. Un acuerdo que no puede funcionar sin comunicación, ni respeto. (No como esas parejas en el que solo uno está enterado de que están en una relación abierta, ¡puercos!).

Durante siglos nos han enseñado que nuestra pareja es nuestra y de nadie más. Nuestra propiedad. Nos debe respeto y lealtad solo a nosotros. Y así creamos una cárcel imaginaria en nuestras relaciones. No puedes hablar, no puedes salir, no puedes almorzar, con nadie que no sea yo. Nos olvidamos que, cada uno de nosotros, somos libres para vivir nuestras vidas como queramos, siempre y cuando no dañemos a otros.

Si escribo todo esto, es porque durante años, me he cuestionado este concepto de estar “atado” a una sola persona. He tenido relaciones donde se me ha prohibido cosas, donde se me ha dicho qué debo hacer, cómo debo hablar, qué debo escribir. Y nunca, hasta ahora, había estado en una relación donde me sintiera realmente libre de ser yo. Pero, como nunca nada es perfecto, hay detalles que siguen haciéndome cuestionar hasta dónde ha evolucionado mi pensamiento durante estos 34 años. A veces me sorprendo, pero a veces también, me decepciono. Esto de crecer es un aprendizaje constante y me doy cuenta que tengo, aún, ciertos prejuicios que no me permiten disfrutar realmente de un amor libre.

Y exactamente sobre eso se trata este pequeño post. Amor libre no es, solamente, tener múltiples parejas sexuales. Se trata de tener una relación en la que los involucrados se sientan totalmente seguros del otro, de poder ser exactamente como son. Que se sientan apoyados, queridos, amados y plenos, en todos los aspectos, sin importar factores externos a ellos. Y que se honren los términos que ellos mismos han elegido, sin miramientos al qué dirán. Ser y dejar ser.

Hace un par de años encontré un párrafo de Javier Salvago, que decía. “Amar a las personas, como se quiere a un gato: con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejando que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad…” ESO exactamente es el amor libre. Entender que una pareja no está pegado a ti 24/7. Que no te debe contestar todo el día. Que no es necesario que se cuenten absolutamente todo. Tenemos esta idea de que las relaciones perfectas son esas en donde se comparten hasta el cepillo de dientes, como Marshall y Lily en HIMYM. Idealizamos estos matrimonios en donde los esposos se aman hasta la eternidad, sin ninguna pelea. Y no podríamos estar más alejados de la realidad. TAMPOCO DIGO QUE ESTO ESTÁ MAL, pero debemos entender que esas son excepciones, NO reglas. Los matrimonios son difíciles, requieren trabajo duro, en equipo, levantarte todos los días convencido de que quieres seguir ahí. Hemos idealizado por completo el "felices para siempre" y por eso no entendemos al otro que ama de una forma diferente. Creemos que "está mal".

Estos conceptos aprendidos durante mi vida, me han hecho alejarme de muchas personas. De unas estuvo bien, porque me encerraron en cárceles donde no podía ser yo misma. De otras, me arrepiento, porque la que creó la cárcel, por inseguridad o miedo al qué dirán, fui yo. Y ahora que estoy “más grande” (mentalmente, no corporalmente), me doy cuenta algo que había estado ignorando. Una señal divina, que no había querido ver o, simplemente, no me había dado cuenta que, la vida/el universo/o Diosita, me estaban abofeteando una y otra vez para que me diera cuenta. Siempre he tenido una certeza, y es que a mi me falta paciencia. Y creo firmemente que, cuando tú le pides a Dios que te de paciencia, no es que te la manda mágicamente como Harry Potter, al batir una varita. No, Dios te manda situaciones en las que debes ser paciente, para que trabajes en esa virtud. También he sido muy prejuiciosa. Y gracias a esos prejuicios, me he alejado de ser feliz y conseguir mis metas.

No sé si son los años, la terapia o la medicación, que hacen que mis ideas cada vez se aclaren más. O son los videos de tik tok que te muestran cosas como: “cuando por fin estás en una relación sana, luego de haber estado solo con tóxicos” (los amo). Pero cada vez me voy dando más cuenta de cómo debe ser el amor. El verdadero. El que no jode, no encierra, no controla, no condiciona. El amor que simplemente te deja ser y fluye. A pesar de los obstáculos, los conceptos pre aprendidos, las cosas se van poniendo en el lugar donde deben estar. Poco a poco.

Y este, “poco a poco”, es lo que me ha jodido los ovarios, porque me ha tocado lidiar con mi obsesión de controlarlo todo, de que las cosas se hagan como yo quiero, cuando yo quiero. Esta ha sido la señal divina, esta ha sido la prueba que me ha mandado Diosita, para trabajar mis issues. Soy una control freak consagrada y, dejar ser, me cuesta un mundo. Poco a poco, es un marco temporal que, mi cerebro ansioso, no computa. Juzga al que no actúa como yo quiero que actúe (en cuanto a mi). Y, más que nada, se ofende y se entristece, si las cosas no son como yo quiero que sean. Pero así es la vida, ¿no? Definitivamente culpo a mis padres por criarme en una burbuja (paro not so paro). Aunque me alegra seguir “abriendo los ojos” poco a poco.

Amor en libertad, no es más que una complicidad, en la que dos personas acuerdan amarse, cuidarse y respetarse, bajo sus propias reglas. Aceptándose el uno al otro, con todo el bagaje que lleva cada uno. Sin control, sin exigencias, sin prejuicios. Acompañándose y apoyándose el uno al otro. Tomando en cuenta que, todos tenemos necesidades diferentes, personalidades diferentes y accediendo a que, no siempre, podremos cumplir con todas las expectativas del otro. Nadie puede…

No hay comentarios:

Publicar un comentario