martes, 30 de marzo de 2021

FUR ELOISE

Hoy me levanté del mejor ánimo. Desde febrero me cambiaron los medicamentos y, realmente, me siento otra persona. He bajado de peso, me siento guapísima, tengo millón ánimo, siempre estoy de buen humor (most of the time, we're on a pandemic), tengo energías, hago ejercicio. Y, hoy particularmente, me sentí en la cima del mundo. Amo mi trabajo, estoy en paz con mi familia, tengo un novio maravilloso, mis hijos (aunque están en la adolescencia) son una belleza (*la mayor parte del tiempo). En fin, estaba feliz.

Pero mi vida no siempre fue así. Este cambio lleva años gestándose y su cumbre fue el cambio de medicamentos. Requirió mucha constancia Y MUCHA TERAPIA. Porque, aunque siempre he sido muy abierta sobre el tema, no sé si ustedes saben que soy Bipolar tipo II, diagnosticada desde los 21. Agradecí a los Dioses, al universo y a todas las fuerzas habidas y por haber, por este día maravilloso. Y agradecí también por haber encontrado a Susana, mi psicóloga. Sin ella, esto no sería posible.

Obviamente, la vida es malvada y todo mi buen humor tendría su fin al medio día. Llegó mi mamá con la horrenda noticia de que Eloísa se había suicidado. Eloísa era hija de una de sus mejores amigas del colegio. La conocí, nos seguíamos en todas las redes. Nunca fuimos amigas, pero nos unía un rasgo muy importante: ella también era bipolar.

Y este será un post de homenaje, pero también un post de concientización. Pero está lleno de rabia y tristeza. Probablemente los insulte un poco y escriba malas palabras. Así que, espero no lo tomen personal. Este es un rant de desahogo sobre los trastornos mentales.

Imagínense un dolor de cabeza terrible, una migraña de esas que les imposibilitan de hacer cualquier cosa. Un dolor en las bolas constante. Imaginen vivir con ese dolor, todos los días de su vida. Sin poder hacer nada. Los medicamentos no solucionan nada. Les sigue doliendo, no importa lo que hagan. No es como un cáncer, en el cual tienen 2 opciones: curarse mediante tratamiento o morir y ser libres del dolor. Este es un dolor con el que vivirán el resto de su vida. Y lo peor: lo saben.

Ahora traten de imaginar (digo traten porque a algunos se les hará imposible) ese dolor terrible en la mente. No en el cerebro, no en la cabeza… En la mente. En sus pensamientos, en su raciocinio. ¿Pudieron?

Yo sí lo imagino, porque lo he vivido. Y no puedo dejar de pensar en cuántas veces fui Eloísa. Cuantas veces se pasó por mi cabeza la imagen de lanzarme por la ventana de mi cuarto y ser, así, libre de dolor, de angustia, de ansiedad. Cuantas veces pensé en tomarme el frasco entero de quetiapina y dormir para siempre. Sólo una vez lo hice. Como resultado de eso terminé en el Teodoro Maldonado intentando internarme voluntariamente. Obviamente no lo logré (ingresarme) PORQUE VIVIMOS EN ESTE PUTO PAÍS DONDE LA BUROCRACIA NO NOS GARANTIZA NI LOS MÍNIMOS ESTÁNDARES DE SALUD PÚBLICA.

Pasé de psiquiatra en psiquiatra, de psicólogo en psicólogo. Y soy fiel creyente de que Dios (o el universo) tiene caminos misteriosos. Estoy segura que, si yo no hubiera quedado embarazada, si no me hubiera casado y tenido mi segundo hijo, en este momento, no estaría escribiendo esto. En este momento, o mucho tiempo antes, hubiera sido mi mamá en camino a recoger mi cuerpo de la morgue. Porque lo único que me ha impedido "dar ese paso" ha sido pensar en que no puedo dejarlos solos.

Y todo esto me da, a parte de mucha tristeza, asco. Asco de la sociedad que estigmatiza los trastornos mentales impidiéndonos hablar abiertamente de esto. Que nos hace ocultar que estamos mal. Que no nos deja contar que no nos hemos bañado en días, que no nos hemos levantado de la cama, que no tenemos ánimos, ni tenemos ganas de seguir viviendo. Decir “me quiero suicidar” se ha vuelto un chiste. ¿Se han preguntado por qué (los que me siguen), cuando estoy frustrada digo: me quiero cortar una teta? Porque conozco de cerca lo que es el suicidio y querer llevarlo a cabo. No puedo ser irrespetuosa con lo serio que este asunto. No puedo y nunca voy a decir "me quiero suicidar".

Así mismo muchos han banalizado el concepto de “bipolar” diciéndolo de manera despectiva y como burla a personas que no son decididas, o que se molestan muy rápido. No saben lo harta que estoy de estas huevadas. Porque mientras ustedes dicen que su novi@ es bipolar, las personas que padecen de esto, y muchos otros trastornos, están pasando por un dolor inimaginable. No se puede ser tan carevergamente ignorante, en serio. Me dan asco.

Estoy más que nada cabreada por dos cosas. Primero porque no podría ser más enfática SIEMPRE en recordarles QUE VAYAN A TERAPIA HPTAS, no saben si esa tristeza, esa ansiedad, esos ataques de ira, son síntomas de algo más complejo. Háganme caso que esto no es una broma. Sáquense el chip de que la psicología es una tontería. Sáquense la huevada de decir: “en nuestros tiempos el único psicólogo era el palo y yo estoy bien”. ¡NO ESTÁS BIEN RAÚL! Nunca me cansaré de recalcarles que la terapia los puede salvar.

Y segundo, estoy cabreada, más bien arrecha, de este país de mierda. De este sistema de salud de verga que tenemos. Desconozco si Eloísa ha estado siguiendo su tratamiento. Lo que sí sé es que se hacía atender mediante el IESS. Y sé lo que es ese nido de burocracia y ratas. Para que te den una consulta con un psicólogo pueden pasar meses. La vez que fui al Teodoro tuve que armar un escándalo porque no entendían la gravedad del asunto: QUE ME HABÍA QUERIDO SUICIDAR y necesitaba atención inmediata. Claro, como no me vieron sangrando o con las tripas por fuera, pensaron que estaba “normal”. Lo peor es que estamos atascados con este sistema de verga porque un psiquiatra o psicólogo privado, MEDIANAMENTE BUENO, no te cobra menos de 50$ la consulta. Y las consultas deben ser semanales si quieres hacer algún progreso. Las enfermedades mentales, en este país, son para gente rica. No me lo invento. No es clasismo, no es discriminación. Es la puta realidad. Si no tienes plata estás condenado a lidiar con un doctor que te ve cada 3 meses y lo único que hace es preguntar “¿estás bien?”. Y ni hablar del costo de las medicinas psiquiátricas.

Por eso agradezco por Susana porque, a parte de ser buenísima (y medio hippie), cobra barato. No sé qué hubiera sido de mí, luego de esta pandemia, sin ella. No sé qué habría sido de mí, hace dos años, sin ella.

¿Qué hubiera sido de mi si mis padres no hubieran tenido para pagar mi tratamiento?

Voy a terminar este post recordando la vez que fuimos en un mother daughter date, a ver “Me before you”. Luego de la película fuimos a comer algo y Eloísa, de la nada, me dijo: “pero hay un lugar donde todo este sufrimiento que sentimos ya no va a estar. Ya no vamos a sufrir más…” Yo me quedé con cara de meme, sin saber cómo responder. “Es el reino de los cielos, junto a nuestro creador”. En ese momento me pareció algo super nada que ver, porque yo casi soy agnóstica. Digo “casi” porque sí creo en Dios, pero esos conceptos religiosos me dan cringe. En este momento, espero realmente, que ella esté libre de sufrimiento. Que esté donde tenga estar, pero sin ese dolor de mente que la aquejaba tanto. Que esté tranquila, descansando.

Yo estoy bien, ahora, en esta etapa de mi vida. Pero este nudo en la garganta, este dolor en el corazón, en el alma, y esta rabia, no se me van a pasar tan fácil.

Cuídense por la gran puta. Ya no sé cómo hablarles para que entiendan…


Hasta siempre Eloísa 

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