viernes, 18 de febrero de 2011

MIEDO AL DOLOR

“Sin dolor no te haces feliz”
La Ley


Creo que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido ese sentimiento maldito de querer desaparecer simplemente y dejar todo atrás. Esas ganas de olvidar que el resto existe, como si no hubiera nada más que nosotros. Muchas veces el vacío, la frustración o sencillamente la soledad, no hace querer dejar a un lado, aunque sea por un instante, lo que nos aflige. Cómo quisiera poder un día irme sin pensar y olvidarme de todo lo que me hace sentir mal. Pero no puedo, cuando regrese, el dolor seguirá ahí y volverá para atormentarme. Así deje que pase el tiempo, a ver qué sale, regresa ese sentimiento de ¿qué estoy haciendo? Como ya he dicho anteriormente, no me creo gurú del sexo, ni la dra. Corazón, ni doña bella (aunque no entiendo esa referencia ¬¬). Yo sólo hablo de lo que me pasa y de las experiencias que he tenido. Es más, el escribir, es para mí una terapia para no volverme loca y ponerme psicópata. Me ayuda a exteriorizar mis sentimientos y, más que nada, evita que esté por todos lados hablando sola. Me gusta que los que leen mis posts se sientan identificados con ellos. Y obviamente, me alegra mucho, que me lean para no sentirse “solos” en las stuaciones que han pasado.

A mis 24 años, creo que me han pasado muchas cosas, que al resto del mundo le pasan en el doble de esa edad. Y gracias a Dios, he sabido superar todo lo que se me ha puesto en el camino. Sé que muchas personas han vivido casi lo mismo que yo y es por eso que decidí hablar de este tema. Hay miles de cosas que me pasan por la mente y que me hacen daño. Tantas cosas que afectan, de una u otra forma, la manera en que veo la vida. Creo que todas mis decisiones se ven afectadas en un 90% por el miedo. Miedo a salir herida, miedo a fracasar, miedo a no hacer las cosas bien. El miedo nos nubla los sentidos y no nos deja vivir tranquilos. Una vez, habiendo vivido tantos males, es difícil volver a hacer las cosas de la misma manera en que lo hacíamos antes.

Sé que es difícil olvidar a alguien o algo que nos hizo sentir ganas de desaparecer. Las adversidades nos parecen imposibles de sobreponer. Personalmente, opté por verle el lado bueno a las situaciones, aunque parezca difícil. Si alguien, me hizo daño, lo mejor que puede pasar es que se aleje de mí. A pesar de que me desahogo llorando como estúpida, ese desgraciado/a no me amargará el resto de mi vida. El llanto es una de las mejores terapias que existen. No hay nada malo en ello. En el momento en que termino de desahogarme lo primero que pienso es que estoy mejor así. Gente que nos hace daño, situaciones que no nos favorecen, lo único que hacen es ocupar un espacio que puede llenarse con algo mejor.

He implementado una nueva política en mi vida y esa es: que sea lo que Dios quiera. Algunas veces funciona y otras no. No siempre podemos tener todo lo que queremos. Por ser de naturaleza impaciente, no me funciona con situaciones a largo plazo. Lo que me llena siempre de dudas. Pero ahí trato de que no me afecte tanto. A veces quisiera volver a tener esa habilidad de ilusionarme completamente sin pensar en el qué vendrá después. Sin querer garantías y sin temer salir lastimada. Y como están las cosas hoy en día, nadie me da garantía de nada, más que de que, lo más probable, es que salga herida con cualquier cosa que haga. Cualquier camino que escoja me llevará a sentirme como la gabardina, en algún momento. Todos hemos estado en esa situación, en que tenemos algo, que sabemos qu de una u otra forma nos va a hacer sufrir en algún punto. No queremos dejarlo porque nos hará falta y sabemos que si seguimos no hay garantía, de que todo salga bien. Por ejemplo, cuando tienes un trabajo estable y te ofrecen trabajo n algo que te encanta pero no es seguro. El será lo que Dios quiera, no es suficiente en estos casos. Tampoco podemos dejar todo a la buena del destino, porque estamos hablando de neustras vidas en juego. Y es ahí cuando nos paraliza el miedo. Muchas veces decidimos lo más seguro sólo por inercia y por miedo a tomar la decisión correcta, aunque nos signifique el dolor inmediato. Si tenemos algo que nos molesta físicamente, no vamos al médico por miedo a que nos diga que tenemos algo grave, y esperamos que con el tiempo desaparezca. Si tenemos una relación, de muchas maneras perfecta, pero no sabemos si va a llegar a nada, nos quedamos esperando que en algún momento cambien las circunstancias.

Y es así como prolongamos el dolor en nuestras vidas, sin saber que el dolor que sentiremos después será más intenso que el que sentimos si tomamos las decisiones en el momento indicado. ¿Será que debemos pensar en nuestros males como en la acción de sacarse una curita? Painless. De un solo golpe, luego sanará. Y yo sé que al fin y al cabo duele, pero eso es lo que nos hace más fuertes. ¿Por qué temerle al dolor? Es sólo un estado de la mente. Lo que no mata, engorda. No es que me guste sufrir, pero cada situación que falla, me da pauta para hacer las cosas bien la próxima vez. AH! Y sí, muchas veces soy bastante cobarde. Pienso mucho y casi siempre encuentro excusas para no tomar mis decisiones. Éso sí, mis decisiones las pienso muy bien antes de hacerlas efectivas. Eso me ayuda bastante pero, al fin y al cabo, tampoco me salva de sufrir. Así que habrá que perderle el miedo y disfrutar mientras se puede. Puede que sí, puede que no, no sabemos cómo van a salir las cosas.



Que sea lo que Dios quiera...

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