viernes, 6 de mayo de 2011

REPROGRAMANDOME

Llega un momento en la vida de cada persona, en que mira para atrás y cree que debe reevaluar la manera en que ejecuta cualquier tipo de plan. La manera en que resolvemos determinado tipo de situaciones, nuestras reacciones, metas, sueños, etc. Para mí, ese momento llegó luego de separarme de mi esposo, luego de tres años de un matrimonio que no tenía ni pies ni cabeza. Y fue en ese momento que comencé a tratar mis relaciones de manera muy particular. Dependiendo de la persona, aprendí a programarme de manera en que la relación me afectara sólo de la forma en que yo decidiera que me afecte. Por ejemplo, si conozco a alguien me gusta, pero con el cual no veo ningún tipo de relación estable o seria, puedo programar mi cerebro, mi espíritu y mi corazón, para no apegarme a esa persona. Así mismo cuando una relación termina, me doy algunos días “de luto” dependiendo del grado de apego que tenía con esa persona, y luego vuelvo a programarme para no pensar más en eso.

Obviamente, muchos no estarán de acuerdo con mi manera de ver las cosas. Muchos creen que el amor no se puede controlar y que siempre es bueno luchar hasta el fin, dar todo y no arrepentirse. Pues déjenme decirles, la mayoría de veces nos arrepentimos de hacer las cosas al apuro. Nos arrepentimos de entregar a todo a alguien que no se lo merece. De ahí mi programación neuronal. Analizo muy bien a la persona a la que le abro las puertas de mi corazón y de mi vida. Con todo lo que he vivido, me he ganado el derecho de ser egoísta en cuanto a la gente que comparte conmigo.

Les había contado acerca del pequeño minino que estaba viviendo conmigo y de cómo tenía que dejarlo ir en algún momento. Pues ese momento llegó y con mucho dolor, pero con un poco más de tranquilidad, le dije adiós. Así también en esa relación tuve que reprogramarme. Estoy más tranquila porque ese momento que tanto temía ya llegó y ya pasó también. Ahora toca decirle a mi cerebro que empiece a pensar de manera distinta. Me di mis días de duelo, lloré un poco desconsoladamente, obviamente extraño a mi cucho, pero ya acepté el hecho de que no volverá por aquí. Claro que es difícil dejar de sentir que lo extraño y que quisiera que estuviera aquí, pero en vez de sentirme mal porque ya no regresará, me enfoco en que el tiempo en que estuvo aquí, yo fui muy feliz, que él me hizo muy feliz.

Cuando adopté a mi cucho, ya sabía que iba a ser algo temporal, por lo que me programé a no encariñarme tanto con él. Me hubiera encantado hacerlo, porque sé que soy capaz de muchas cosas buenas y sé que pude haberlo hecho muy feliz. Mi cucho no vio todo de mí, sino sólo ciertas partes. Lo quise mucho y lo mimé de manera muy moderada, porque si comenzaba a darle absolutamente todo lo que podía darle, lo iba a terminar amando, necesitando, y hubiera sido más difícil decirle adiós. Le di exactamente lo que estaba programada para darle, ni más ni menos. Puede ser que sea un poco esquematizada m manera de pensar, pero es la única forma en que puedo controlar, de cierta forma, no hacer las cosas mal.

Si hubiera habido la oportunidad de que me quede con el gato, me hubiera reprogramado instantáneamente para darle más amor, más atención y muchísimos más beneficios. Me hubiera abierto a quererlo y a darle todo lo que merecía. Me hubiera convertido en la mejor dueña que un gato puede pedir. Suena raro, obviamente lo de dueña no me gusta como definición de la relación que tenía con mi cucho, porque era más mi compañero que mi mascota. Fue un gran compañero, de los mejores.

Pero no siempre se puede tener un final feliz. Los gatos tienen una particular manera de comportarse. Aunque se te peguen de vez en cuando, te ronrroneen y busquen que los acaricies, muchas otras veces te miran con cara de que todo lo que haces está mal. Si de alguna manera hubiera sabido que cucho estaba feliz conmigo y que él podía sentir por mí lo mismo que yo podía sentir por él, no hubiera dudado en hacer todo lo posible para quedármelo. Lo único que hubiera querido era una oportunidad real de cuidarlo y de hacerlo mío. Pero como ya estaba destinado a ser temporal no había manera de reprogramarme. Y cucho no pudo conocer de mi, un lado que tal vez hubiera disfrutado más.

Y bueno, toca reprogramarse para aceptar el hecho de que cucho ya no está y aunque se lo extraña de manera incomprensible, no hay que estar tristes por eso. Así es con todo. Prefiero haber tenido poco tiempo con él, que no haberlo tenido nunca. Ahora no está aquí, pero está su recuerdo. Seguirá siendo mi cucho, pero ya no será parte de mi vida…

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