sábado, 25 de diciembre de 2010

ANESTESIA GENERAL...

Siempre me pregunté cómo se sentía estar bajo anestesia general. Después de tener, casi un colapso nervioso en el quirófano, por una confusión en el procedimiento que se me debía realizar, llegué a saberlo. Cuando entró el anestesiólogo, un hombre corpulento y con una voz resonante, y me dijo que me iban a poner la epidural, casi me desmayo. Comencé con un ataque de pánico, no dejaba que nadie me toque hasta que llegara mi médico. La raquídea, es una inyección de casi un metro que te meten en la columna. Es uno de esos dolores, que aguantas por un propósito especial. Cuando vas a dar a luz por cesárea, resistes el dolor sin quejas, porque estás a punto de ver a tu hijo. Pero, ese dolor espantoso, no lo resistes por ninguna razón que no sea más que la alegría de ver, al pequeño que has tenido en tu vientre por nueve meses. Gracias a Dios, mi médico llegó justo a tiempo, antes de que comenzaran mis gritos desesperados por evitar la aguja en mi espalda.
Y ahí comenzó mi viaje casi nirvánico. Lo último que recuerdo fueron las palabras del anestesiólogo haciéndome un chiste: ¿Toma usted algún medicamento para la gripe, para bajar de peso, para dejar de ser barcelonista? Yo: Uhhhh doctor por gusto me dijo en este momento que usted es emelexcista, ahora me pondré nerviosa… pffff dginbfloadbsbjakdirubscad (nublado). Después de eso sólo recuerdo despertar con la tembladera en la sala de recuperaciones. Ya estaba. Ahí, acostada sin mi acompañante de la panza (el quiste) y completamente esterilizada. Recuerdo que soñé con el Dr. Mattlock de Dr. 90210, porque hablé con mi mamá de él antes de entrar al quirófano. No me pregunten qué, pero sé que soñé con él. Fue raro despertar y saber que ya todo había acabado, y que me lo había perdido. Di gracias por eso. Una cirugía con anestesia local y “borracha”, dura una eternidad, parece que el tiempo pasa a uno por hora. Y, en ese momento, creo que sentí algo peor de lo que habían hecho dentro de mi barriga. Y era el hecho de que ya nunca podría volver a tener hijos.
Luego de pensarlo por mucho tiempo, yo ya había decidido, no tener más hijos, por lo menos en un lapso mínimo de diez años más. Pero, no puedo negar que me dio una nostalgia inmensa en ese momento, saber que, ahora, para poder sentir a otro ser en mis entrañas, iba a necesitar de otra cirugía. Un pequeño remordimiento se vio reflejado en mi interior. Aunque, claro, las razones para hacerme ligar fueron más contundentes. Sería, de mi parte, completamente irresponsable traer a otro niño al mundo. Con mis cambios de ánimo y humores bipolares, mis hijos están condenados a sufrir, no quiero eso para nadie más. Si por esta razón estoy predestinada a quedarme soltera, pues que así sea. Por último, pienso yo, que si hay un hombre que quiera casarse conmigo, deberá amarme lo suficiente para aceptarme sin querer tener hijos, o hacer el sacrificio para pagar la operación del reverso. Por suerte, la medicina y la tecnología han evolucionado muchísimo, y si me da la gana, mucho después, si quiero volver a tener hijos, puedo revertir mi decisión. Pero, por el momento lo veo muy muy lejano.
Ésta, es una de esas decisiones que duelen, pero que deben tomarse. La gente piensa que es una decisión cobarde, no se dan cuenta que es la más valiente. Digamos que si estuviera en una situación en la que no puedo mantener a un hijo, pero quedo embarazada, la decisión cobarde sería abortar y la más difícil, darlo en adopción. Esto es como una adopción. Yo estoy dejando de lado, la ilusión de volver a ser madre, de volver a enamorarme, de formar una familia, y de ser feliz, por dedicarme enteramente a mis hijos. Si hice esto, fue por ellos. Han sufrido tanto por mis estupideces, que no quiero correr el mínimo riesgo de hacerlos sufrir nuevamente. Soy tan volátil, que en cualquier momento puede llegar otro imbécil, que me prometa el oro y el moro, y ahí quede yo con otro niño en este mundo miserable. No quiero correr más ese riesgo.
Luego de descubrir mis tendencias bipolares, lo más sabio fue pedir que se me realice este procedimiento. No puedo dejar ni el más mínimo chance de que algo salga mal. Mis hijos no podrían aguantar ni un tropiezo más mío. Dudo que ellos, en algún momento, me reprochen no tener otro hermano. La única que podría sufrir por la frustración, podría ser yo. Y estoy dispuesta a aceptar eso, por verlos a ellos felices. Les he hecho tanto daño con mis acciones irracionales, que, como ya dije, no puedo dejar ni la más mínima posibilidad a la suerte.
Y así, aunque soy muy joven todavía, renuncio a la ilusión de algún día, tener esa familia, esa casa con un jardín grande, columpios, un golden retriever, un gato con cascabel, niños corriendo y un esposo amoroso. Todo por mis hijos. Porque prefiero que ellos sean felices ahora, a matarme infeliz por una ilusión que, tal vez, nunca llegue a hacerse realidad. Sé que soy joven, que me falta mucho por vivir, pero mis hijos están ahora aquí, y no puedo preferir soñar en un futuro, en vez de vivir con ellos el presente. Se acabaron mis delirios de felicidad infinita. La vida duele, y así seguirá siendo. Pero desde este momento, por lo menos podré decir que trato de hacer lo posible porque, a mis hijos, no les duela más de lo que les debe doler. Pongo mis pies sobre la tierra y acepto, que no soy la mujer más maternal que existe. Amo a mis hijos con mi vida y quizás más. Pero eso no quiere decir que sea la indicada para ser madre. Trato de ser lo mejor para ellos, aunque a veces, eso no es suficiente. Ser madre requiere tomar decisiones. En éste caso, fue dejar a un lado la ilusión de algún día convertirme en una madre modelo, con la familia perfecta, por hacer que mi familia, aunque no sea perfecta, a los ojos de la sociedad, sea lo mejor para mis pequeños.
Y así, la anestesia general, se me llevó el sueño atrasado de varias semanas, y la ilusión del césped siempre verde…

2 comentarios: