viernes, 10 de diciembre de 2010

Pueblo chico, infierno grande...

Con 24 años de vivir en guayaquil, he podido confirmar, cada vez más, que todos estamos relacionados de alguna manera. “El pelado de la mejor amiga de mi hermano, estaba en la fiesta con el primo de la amiga de mi mamá”. Siempre hay alguien que nos conoce o a algún amigo nuestro, y nos ha visto alguna vez. Lo que se me hace todavía incomprensible es cómo muchos creen que nadie se enterará de las barrabasadas que hacen o escriben. Puede ser que el mundo 2.0 se rige por otras reglas. No puedo negar que varias veces he hecho uso de los DMs para hacer, bueno decir, cosas “sucias”, o para provocar a alguien. Pero normalmente se queda ahí, en mi bandeja de entrada y salida de mensajes directos. Si de verdad quiero hacer algo, no dudo en contactar a esa persona por otro medio. Así comienza la aventura en el mundo real.
Así como yo, muchos se valen del twitter o facebook, para conocer a más personas. Pero, como ya dije, esta ciudad es un pañuelo, y, a menos que planees esconderte bajo una piedra el resto de tu miserable humanidad (en el caso de que te cojan en roja), nadie está verdaderamente a salvo de sapos y chismes. Gracias, no sé si a mi buen aspecto físico o mi facilidad para relacionarme en el medio, es que, por lo menos para mí, es bien difícil que me oculten algo, porque tengo bastantes sapos de “ojo seco”. Tarde o temprano terminaré sabiendo si se me ha dicho alguna mentira.
En mí, aunque no sé si es una virtud o un defecto, no funciona mentir. Creo que es porque soy muy nerviosa o por el hecho de que soy consciente de que siempre habrá un sapo que te “haga la cagada”. Odio mentir. Trato de hacerlo lo menos posibe, no solo porque no puedo físicamente, sino porque sé que siempre termino confesando. Las pocas veces que miento, lo hago por pánico; el miedo es un defecto adherido a mí desde que soy pequeña. Las veces que me ha tocado mentir, ha sido más por el miedo a la reacción de la otra persona, más que por la real gravedad de mis acciones.
Pero así como hay gente como yo, que odia mentir, también están los que te mienten a la cara, mirándote a los ojos y jurando por lo más sagrado que poseen. Hay una gran gran diferencia entre ser cojuda/o y hacerte la cojuda/o, y yo he hecho el masterado en la segunda carrera. Cuando descubro que alguien me miente, continúo con mi trato normal pero sé que a esa persona no le brindaré mi completa confianza en un futuro. Puede ser que se reinvindique, como puede ser que no. Si no lo hace, pasa´ra, inevitablemente, a formar parte de mi lista negra. Ese lugarcito reservado para toda esa gentita que no es mi preferida, por varias razones obvias. No se ganan mi odio, simplemente no deberían esperar tarjetas de navidad.
Pero bueno, prosigo. Como dije, es bien difícil ocultar una mentira. Por eso, algún sabio habría dicho una vez: “Más rápido cae un mentiroso, que un ladrón”. Y por suerte mis relaciones interpersonales me ayudan a desenmascarar buitres. Cuando me entero de algo medio sospechoso, voy a la fuente; doy chance a que me digan la verdad. Si no tengo “derechos” para reclamar, pregunto y si me mienten, esa persona queda a prueba. Si dice la verdad obviamente hay recompensa. Soy muy generosa con las personas en quienes confío y no me refiero a lo material. Si tengo “derecho” para reclamar, busco pruebas físicas. Yo no me llevo por chismes, aunque dicen por ahí “cuando el río suena piedras trae”. En el momento en que pregunto o reclamo, es porque ya tengo pruebas de la canallada. Casi siempre tengo pruebas físicas. Una relación que empieza con mentiras va por el mal camino. Yo trato de reinvindicarme cuando confieso, porque es peor que comprueben tu mentira en otro lado.
Gracias a Dios, tengo buenos amigos y me rodea gente buena, que me quiere bien y me dicen las cosas como son, aunque me duelan. Son pocos los que gozan de mi completa confianza y ese cçírculo cerrado de personas, son los que me han salvado algunas veces de entregarme a personas que no lo merecen. Y con esto me refiero a la confianza, porque el resto me vale verga (jajajajaja).
Ahora. El internet, y el twitter en especial, es la forma más estúpida de cometer una canallada y mentir sobre ella. Ahí hay gente que, falsamente, consideramos amigos pero, que te venden en la primera oportunidad que tienen. Me parece idiota que creas en exclusividad o en confidencialidad dentro de él. Y como siempre hay un sapo o un envidioso, habrá forma de que, esos DMs que te interesan, lleguen a tí. Confieso que nunca borro mis DMs, aún por más comprometedores que sean, porque realmente yo no tengo “rabo de paja”. Odio las veces que me ha tocado borrar tweets en mi TL porque me lo piden. Si no quieren que los caguen, simplemente no hagan huevadas.
Así de simple es este asunto. Si no haces nada malo, no tienes por qué mentir. Guayaquil es tan pequeño, que siempre hay alguien observando, aunque no te des cuenta. Aquí la gente vive del chisme y nunca faltará el que te venda por ganar puntos.
Cuida tu rabo de paja, que todo se sabe en esta vida...

2 comentarios:

  1. interesante post

    personalmente, soy de las personas que se les hace muy complicado mentir ... asi que suelo no hacelo

    asi como tambien siempre tengo la falsa esperanza de que las demas personas son como uno, aunque muchas veces toca "hacerse el cojudo"

    bueno esa es mi opinion :P ... creo q es la primera vez que escribo en tu blog, esta muy bueno, saludos =)

    ResponderEliminar
  2. Me alegra que te haya gustado mi blog... Y si tienes razón, todos en algún momento deseamos que los demás sean como nosotros (de buen corazón) pero muchas veces nos defraudan. Lo que me da odio excesivamente es que crean que nosotros somos tontos... si ya estoy preguntando es porque sé algo... no existen las coincidencias, si pregunto es por algo, ahí tienen la oportunidad de decir la verdad... Bien por los que utilizan bien esa oportunidad...

    ResponderEliminar