lunes, 8 de noviembre de 2010

Una vida recordando... (parte II)

Verónica al fin se levantó al sonido de la ducha. Su hermano, Sebastián, se había levantado antes y le había ganado el turno en el baño. Mientras esperaba que se desocupara, siguió soñando. Imaginó su graduación, con ella de oradora de su clase. Aunque no era la mejor alumna de la promoción, era la mejor oradora. A ella las calificaciones no le importaban, y sus padres habían aprendido a aceptar ese hecho ya que, sus logros académicos eran incontables. Concursos de oratoria, de teatro, de conocimiento en general. Ella se destacaba en cualquier área que se propusiera.
Era una muchacha muy inteligente y talentosa. Había estudiado piano muchos años. Tenía habilidades manuales como ninguna otra persona que ella conociera. Era extrovertida, divertida y muy bonita. Larga cabellera castaña que le llegaba al término de su espalda, lacia. Tez blanca, llena de pecas. Delgada. Pero lo que más sobresalía en ella era su rostro. Nariz respingada perfectamente formada, labios carnosos y rojos, ojos almendrados cafés, pestañas largas y rizadas. Su mirada y su sonrisa podían iluminar cualquier habitación a su paso. Mirada pícara y tierna a la vez. Risa resonante y contagiosa. Su personalidad la había rodeado siempre de muchos amigos, enemigos y admiradores. Era una chica especial. Enamoradiza, pasional, de espíritu rebelde, indomable. Era la pesadilla de los profesores aunque todos la adoraban. Siempre de buen humor, ingeniosa y sarcástica.
Pero, aún con todas estas cualidades, ella se veía de otra forma. Sentía una clase de anorexia sentimental. Ella nunca se consideró bonita. Cuando los chicos comenzaron a fijarse en ella no supo explicarse por qué. Ella se veía a sí misma, sin gracia, común. Gracias a que sus padres casi nunca estaban en casa, ella se veía sumergida en depresiones que pensaba, se alejarían curandose la ansiedad con cigarrillos. La relación con su padre la llevó a buscar reafirmación de sus talentos en otras personas. Nunca estuvo sola, sin novio. Como los pretendientes no le faltaban, poco a poco se hizo adicta a estas relaciones que le alimentaban el ego. Al principio comenzaron siendo noviazgos casi de juego mas con el tiempo fueron agregandose elementos realmente noscivos para ella, involucraban sentimientos más serios, un desperdicio de tiempo significativo y la toma de decisiones que podrían afectar su vida para siempre. Invariablemente creyó que tenía amigas más bonitas que ella. Pero la verdad era, que de su grupo íntimo de compañeras, ella era la más atractiva y agradable...
Continuará...

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