viernes, 12 de noviembre de 2010

Una vida recordando... (parte III)

En esos días, Antonieta, una de sus mejores amigas, le había presentado a su primo Mario. Habían salido. Realmente no era su tipo, pero tenía ésa única cualidad que ella buscaba en un chico, que la haga sentirse querida. Sin saberlo, ésa relación se iba a convertir en el catalizador que cambiaría el resto de su vida.
Al fin dejó su cama al escuchar salir a su hermano del baño. Rápidamente tomó una ducha y se vistió. Hasta para vestirse era única. Tenía un estilo muy particular pero, no dejaba a un lado su lado femenino. Su calentador roto dejaba ver las medias de colores, con una combinación muy divertida. La camiseta del uniforme de diario en vez de la educación física. Aretes de colores vivos. Muñecas adoranadas con incontables pulseras. Cabello suelto adornado con una cinta de color amarillo. No se maquillaba, a diferencia de muchas niñas en su colegio, porque realmente no sabía maquillarse. Cada vez que lo había hecho recibía un comentario hiriente de su madre, de cómo se veía como una zorra.
Su madre era una mujer peculiar. Muy bonita y preocupada por su aspecto. Como su esposo, trabajaba todo el día y también era profesora. A diferencia de él, ella tenía un estilo más bohemio en todos los aspectos de su vida. Había sido rockera en sus días de juventud y tenía un concepto de cómo vivir la vida, un poco más abierto que el de su marido. Se había casado muy jóven así que realmente no había vivido mucho pero, siempre ofreció a sus hijos una vista más mundana de la realidad que vivían. Tenía pensamientos más liberares.
Aunque nunca les faltó nada, a Verónica le tocó vivir algunos tiempos difíciles, a diferencia de su hermano Sebastián que, por ser el menor llegó en la época cuando sus padres ya se habían establecido bien económicamente. Verónica tuvo que ajustarse siempre a lo que sus padres pudieron darle, envidiando siempre la suerte de muchas otras niñas. Ésto, en cierta forma, le enseño a no ser superficial. Nunca fue interesada, ni codiciosa. De hecho ésta cualidad que, para muchos podría ser buena, en ella se había convertido en un defecto. En ella no existía ni una pizca de malicia, por lo que no sabía diferenciar entre el bien y el mal. Bajo sus ojos, todos tenían buenas intenciones. Sus padres, a pesar de sus limitaciones económicas, habían tratado siempre de darle lo mejor tratando de que no conociera el sufrimiento que acosaba a muchas familias en su ciudad; lo que hizo que creciera en una burbuja irreal y alejada del angustia de la pobreza...

Continuará...

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